El mundo es una condena. Me he dado cuenta de esto.
No se me conoce por
ser un filósofo optimista, pero tampoco caí en la cuenta de algo tan grande.
Incluso me ha costado de aceptarlo.
Hoy no tenía nada que hacer. Nada, tras haber hecho un
pequeño recadito y haber hecho más quehaceres. En definitiva, un día más tirado a
la basura.
Básicamente me aburrí mucho. Intenté jugar a algún juego,
leer artículos en internet sobre como no aburrirse, intenté hacer un cubo
Rubik… Acabé de los nervios, a punto de llorar.
Y al final lloré. Luego de un rato comprendí que en poco
tiempo volvería al trabajo, luego casarme, tener hijos, y morir como uno más. ¿Qué
importaría mi estúpida muerte? Seguro que poca gente asistiría a mi funeral.
Con pena recuerdo que tampoco yo quería quedarme en el de mi bisabuelo. Supongo
que era joven, y estúpido. Pero no tan sólo me refiero a ir a un funeral, sino
recordarme. ¿A quién le importaría salvo a mi esposa e hijos que ya no
estuviera? Mi vida habría una monótona estupidez, y no les culparía por pasar
de mí. Total, nunca había hecho nada más que seguir órdenes. Órdenes de gente
que se creía mejor que yo, y que a pesar de eso eran como yo, salvando los años
de diferencia o cosas así.
Entonces lo entendí, lo entendí todo. La vida es una
condena.
En la vida naces libre, pero por alguna cosa que hiciste se
te detiene y se te mete en una especie de cadena de montaje, en este caso una
“cadena de vida”, pero más o menos igual. Allí te obligan a trabajar cual
esclavo porque sí, y sólo hay pequeños descansos en ello. Puedes elegir en qué
trabajar, por supuesto, pero siempre tendrás que trabajar de algo para seguir
en el sistema y que no se te trate como a una mierda. Luego mueres y, en 50
años, seguramente nadie te recordará. Así es la vida. Por desgracia la mayoría
estamos condenados a ser unos Don Nadie.
Cualquiera dirá que simplemente es un ataque de pesimismo,
pero, simplemente, usted que está ahora piense en su sueño de infancia. Seguro
que muchísimos de los lectores habrán tratado a su gran sueño como un trapo
sucio al haber alcanzado la “madurez”, en la que te das cuenta de que el mundo
es una condena, y no sólo eso, sino que encima lo aceptas y te engañas a ti
mismo negando la evidencia.
Cuesta muchísimo que alguien controle por completo su vida,
y, generalmente, eso se genera gracias al trabajo de los demás. Básicamente,
para no estar hundido hay que hundir.
La pregunta es: ¿Qué narices he hecho yo para tener que
lidiar con tantos estereotipos y modelos a seguir? ¿Por qué tengo que ser como
todos cuando yo soy único?
Lo peor es que tenemos ganas de estar ahí, siendo como
herramientas, tratadas con más o menos cariño, pero herramientas, al fin y al
cabo. Pareciera que nos gusta no pensar, que preferimos seguir órdenes. Y yo
digo, si tan mal nos ha ido hasta ahora, ¿porqué no cambiamos algo, porqué?
¿Por qué no intentamos hacer que nosotros cumplamos nuestra voluntad, y no
otros, para variar? ¿Por qué no dejamos de negarnos lo obvio, y es que somos
esclavos?
El mundo puede ser tuyo, pero si lo niegas, quizá cuando
decidas tomarlo sea demasiado tarde.
Que tu condena sea leve, y que al fin seas libre.
W.A.
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